sábado, 25 de diciembre de 2010

Preso de la Nochebuena

  Preso de la Nochebuena, cae el cuchillo sobre su cuello que desangra un año maravilloso, mimado y engordado con sabroso pienso, corral propio en el que pavonear el moco ignorante que parece cubrir su pico.   Desplumado sin piedad, la vida cesó, para alimentar a otra especie, su destino, sus sueños por envejecer y buscar una pava, quemados en lo que fue, pellejo rostido  a fuego lento en el horno, olores deliciosos flotaban en aquella cocina de hambrientos comensales que empezaban a descorchar los vinos con los que acompañarían a los mordiscos sobre su jugosa carne, rellenos agridulces en texturas contrapuestas.
  Quedaron los huesos como testigos de lo que una vez fue un pavo, las risas sobrevolaron la sobremesa en loanzas por lo rico que había estado la comida en honor del nacimiento de aquél que, supuestamente, fue sacrificado como él por los pecados de otros hombres, yacía la no vida de aquel pavo que nunca pensó morir en un día tan bonito como ese, en estómagos varios , iniciando el proceso digestivo que acabaría en hez.
  Los dientes de los perros dieron cuenta de los restos.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Dolares en la mesilla



Pellizco tu mejilla enternecida en una sonrisa,
 acaricio el cabello azabache
que por tu hombro cae,  en ondulaciones
traviesas, coges la mano amante
en el resplandor de una vela danzante,
suena Olga Román suave por los altavoces
que rodean el momento de los devaneos
del querer y esperar lo anhelado,


un temblor interior contiene un volcán
por estallar, un intenso cosquilleo
barre de escalofríos el desnudo cuello
por el que deslizas la delicadeza
de una lengua roja que estremece
esa parte de mí, que, con mano 
desvergonzada, acaricias, devuelvo
mis suspiros reclinando mi cabeza
por la obertura de un escote
que contiene dos rosas apuntando
directamente a mi boca, en forma 
de pezones erizados al calor 
de unas copas de vino que cayeron
vacías en la intensidad del momento,
perdidos en un erotismo insatisfecho
inventas palabras soeces que excitan
la mente del que ve en la dulzura
de tu cara la contradicción excitante,


es cuando la fusión de nuestros cuerpos
explosiona 
en orgasmos retenidos,
en jadeos entrecortados, 
en miradas cómplices
de traicioneros amantes, mensuales
sus mentiras, escondidas las pasiones
en aquel hotel de carretera, mañana
seremos nosotros mas hoy todavía
nos quedan horas por repetir 
amor de un día, descubierta en la noche,


la silueta sobre la que gozan mis instintos,
te poseo físicamente, pero mi alma
pertenece a esas horas 
con las que desquitas
las rutinas insatisfechas 
del hombre al que amas,
de la familia a la que adoras,
del trabajo en el que luces
ese talento innato que devoro
en tu entrepierna húmeda,
pegajosa, 


en estas horas impacientes
en las que necesitas mis besos
pierdo el mundo asfixiante 
en el que desespero los minutos 
del reencuentro fugaz y cuando
exhaustos caemos abrazados
la agonía de tu marcha, vistiéndote
deprisa, prometiéndote  temblorosa
que aquello no volverá a suceder,
en tu espalda que se va sin decir
adiós, dejas desnudo a éste
que se vende por unos dolares
que dejas en la mesilla al salir.

pensamiento solitario




En la desnudez de un pensamiento solitario, en un lado de la sala suena música de amores y desamores, la tortilla de patatas en su justo jugo, una copa de vino oreada por movimientos de muñeca repetidos en un ritual mecánico y recogido , como cuando tú estabas, en aquellas noches que enfriaban la ciudad que nos era ajena, arropados estábamos 
 bajo una manta,  silencios cómplices,
el olor del incienso me devuelve 
el recuerdo de tu mano acariciando la  mía
entrelazadas jugaban a enamorarse,
pero evaporada tu  esencia queda el inicio
de una borrachera sin sentido,
allá donde estés, estate tranquila
pues yo me dormiré y el despertador irritante
me devolverá a un nuevo día de  sinsabores varios.

sábado, 4 de diciembre de 2010

En el recuerdo de un momento

...y así fue como pasó, tal como les conté o creía que  les contaba aquello que en algún momento pudo suceder y que no sucedió, tal vez, pero imaginé que la cosa enredada de lo percibido no era acorde a la graduación etílica del instante nublado por un recuerdo difuso del acontecimiento efímero. 
  Una impotencia eréctil masturba mi mente mientras en líneas dispongo lo que  ni con un diptongo  puedo, incapaz de pensar en la idea que turbaba tal pensamiento de idioteces y absurdos revenidos como queso florecido, aun así recuerdo algo, recuerdo aquel pozo asentado a la sombra de un olivo, de agua fresca y cristalina, extraída por un cubo sujeto a una larga cuerda sita en una polea, veranos calurosos de sol inclemente, las chicharras cantan en el silencio de la siesta entre la tímida arboleda que lleva al canal de riego, otra vez el agua, en circulación, transportada a donde no la había y era necesaria, campos de girasoles de los que se extraían pipas  que comíamos mientras dejábamos que el atardecer de un nuevo día firmara el ocaso que es nuestra vida, sin darnos apenas cuenta de que el tiempo que transcurrió en nuestra memoria sucedió realmente, lo vivimos sin apenas darnos cuenta en aquella infancia tan remota,  
... y  ya, en la foto de aquellos recuerdos, empiezan a faltar personajes que existieron y que sin darnos cuenta, por el transcurso inclemente del tiempo, se llevan nuestra vida  con sus ausencias fúnebres, como el canal de riego se llevaba el agua llegando al presente siniestro fotografiando con nuestros ojos el sentimiento de instantes que en un futuro dejaran la pose postrera de lo que una vez sucedió y tal vez no existió, o tal vez, en el consuelo desconsolado, queda retenido en un bucle espacio temporal del que ya jamás saldrá, pero no nos daremos cuenta hasta que ya sea demasiado tarde.
...pero aquí estaba mi yo, acompañado por el dulce abrazo que baja por mi pecho, unos labios se posan, en infinitos besos de placer, por mi cuello, manos acariciando mi torso desnudo en una tarde de verano, por la ventana observo el pozo de mi niñez con el olivo de mi infancia, no hay nadie, cantan las chicharras, la nostalgia por el pasado, por el tiempo transcurrido, plácido en aquellos atardeceres de estío cordobés, sólo ella me acompaña, me excita con pequeños mordiscos en el lóbulo de la oreja, reclama de mí el sexo placentero de aquel que ya no es un niño ¿o sí?, los dedos dejan de teclear, la atención se desplaza con la vista a su desnudo cuerpo, los pezones duros se alzan  enhiestos a la altura de mis labios, un ínfimo tanga despierta el deseo oculto, endurecido en latir de un corazón enamorado, la tarde encontró su dispersión, los cuerpos se funden, sudorosos, en suspiros quedos y palabras obscenas que nos acaban excitando aun más, despacio, ritmos lentos en el contornear de las pierna chocando entre sí, recreándonos en nuestras pieles ajadas, como si no nos conociéramos, como si de la primera vez se tratara pese a los años transcurridos, pese al torrente de recuerdos que casi empañaron los ojos de este viejo jubilado con su vieja compañera de siempre.
  Como la vez primera.