viernes, 24 de junio de 2011

esa ligera brisa



esa ligera brisa medio aplaca el calor soporífero de la tarde, entra por una ventana y acaricia su torso desnudo, tumbada de costado, en la cama, se va como vino dejando una sensación confortable en su piel, tantas veces besada, en la soledad perdida de un instante, ajena a las penas de sus días intersemanales, siente pereza, se siente completa, un espejo refleja su cuerpo, delgado, braguitas diminutas, caderas de infarto, le habían comentado entre susurros jadeantes mientras exploraban con destrezas desiguales sensaciones de éxtasis, ora complacidas por aquel juguete que vibraba sobre su sexo, sonrojadas las mejillas, el placer llegaba en oleadas placenteras, ella o él en su mente, tanto daba su fantasía en aquel momento egoísta




sábado, 28 de mayo de 2011

  Perdido en la multitud de personas que andaban ajenas a sus cavilaciones personales, pensando en lo imposible de aquel sentimiento, insistente, que roía su pecho en una repetida sensación de angustia. Pensaba en ella, en la reciprocidad de miradas perdidas que decían las palabras ocultas de un secreto, el roce de su mano casual electrizaba el vello de su piel con un mortífero placer inacabado en una sonrisa que trataba de disimular el estremecimiento que había provocado, horas de compartir espacio   en el desengaño de ojos que brillaban con pasión. La paradoja de una relación sin futuro, oportunidad ni fin. El riesgo de provocar sufrimientos a quien daño no podían hacer, no se lo habían dicho nunca pero una intuición, de esas que arrancan allá donde la razón sólo llega pasado el tiempo de las frustraciones. Los contenidos labios que besábasen húmedos en la mejilla de los saludos rutinarios, alargándose  en segundos petrificados mientras se estrechaban las manos, enlazando los dedos en el único contacto físico que se permitían, era ahí donde el secreto implícito temblaba, era ahí , en el latido mutuo, cuando comprendían que no podrían quedarse solos, que siempre tendrían que verse en compañía de otros, era la única forma en la que la contención incontinente del corazón desbocado, de la imaginación ardiente, del suspiro que se dedicaban en ratos dispersos, podía contener a la naturaleza incontrolada de ríos que desbordaban los márgenes de lo racional.
  Y se desbordaron, cinco minutos bastaron en la confusa noche, en la soledad de un intervalo irreal, se encontraron, las copas de más inhibieron el autocontrol, sus rostros a un suspiro de alientos entrecortados jadearon compulsivamente en lenguas entrecruzadas. La presionó contra la columna, ocultos en la penumbra,  sintieron las almas salir de sus cuerpos violentamente, el deseo retenido desbocado en segundos eternos y únicos, se miraron a los ojos y la realidad volvió a distanciar las manos que no querían, pero no podían, volvieron a la tierra desde aquel terreno desconocido, desde ese abismo de sensaciones desatadas que arrancaban con dolor un amor desesperado y confirmado.
  Se necesitaban y la necesitaba, pero tenían que vivir con aquello que sentían y que les arrastró, aún deleitándose mientras tomaba el café del día siguiente, en el inevitable transcurso del tiempo lineal que todo lo envolvía y del que sólo los recuerdos pervivirían atravesando fronteras imaginarias.

domingo, 17 de abril de 2011

El aroma de un sueño

 Imágenes peculiares de otro mundo donde un distinto color de una realidad imprevisible provoca el sueño improbable, anhelado entre sueños futuros mientras ayer dormitaba, contando las horas que restan en la renovación de mi alma, del espíritu ateo que invade la esencia inconformista de un ser humano como otro cualquiera, suspiro  mientras los ojos se cierran tratando que lo que ya han visto no se olvide, 
¡ quiero tanto de la existencia en este paso efímero llamado vida !, necesito el rock and roll, la caricia de su mano en mi mejilla, la suave brisa del mar en un caluroso día con una cerveza helada en mi garganta...el aroma de ese sueño lejano. Imperfectos recuerdos.

lunes, 7 de marzo de 2011




Instante, el presente instante,
 sucedáneo de vida marchita, 
 tímida la esperanza 
de lo cotidiano despedazada,
sueños de antaño, convertidos
a la insulsa nadería de un bucle
 por repetidos actos rutinarios
que ahogan los suspiros
 en nuestro reloj interior,
arena del tiempo que se escurre
entre los dedos del negro 
corazón,
me queda el latido 
inconstante,
arrancado al aburrimiento
que siento al mirar,
sólo un momento, 
el televisor, apagado,
de la sala de estar.

sábado, 19 de febrero de 2011

Circunstancias adversas



 Estaba ahí, al otro lado del parque, tras los columpios repletos de niños con padres. Sacaba un perro, con correa y bozal,  peludo, cacas malolientes recogidas,  pudor mediante, con bolsas de supermercado. La envidia desde lejos azotaba su tormento.  


 Ahuyenta sus fantasmas con un cartón de vino de mesa barato y aguado. Sentado sobre diarios atrasados, su destino pudo ser aquel, pero se hundió en arrogancias diversas. Suena música de jazz, el sentimental saxofón de puro y copa en el estudio mientras leía libros profundos y densos,   ,,,,   , en su cabeza retumba la inquina que roía los intestinos llenos de los restos descompuestos de los restos de un asado con patatas y ensalada del día anterior de la basura de lo que fue su restaurante favorito y es que la vida tiene un ritmo frágil que suele romperse a veces y luego a recomponerse como si nada, pero él estaba en un parque, sucio y maloliente, con hambre y rencor en la boca del estómago, vergüenza en sus defecaciones entre los arbustos limpiadas con la aspereza irritante de hojas de periódico, insuficientes en día de diarrea. Nada se recomponía en su vida. Le traicionó y un golpe con el canto de la puerta le denunció por malos tratos, él que rogaba porque no se fuera y ella en su huida daba con la solución para no seguir con él. Comisaria, acusaciones, juicio y condena. 

 Aquél, que sacaba al perro con bozal y correa, peludo, en la entrepierna húmeda de aquella que su mujer fue, gozando su infortunio, su mediocridad como persona castigada por las circunstancias adversas, él lamentándose de las incurables heridas del corazón negro, roto en su ilusión. Cuando pasaba por su lado hacía como que no lo conocía y su único sentimiento entre su rubor y su impotencia, era la envidia por lo que tuvo y no retuvo. 

 Fue la última vez que lo vio, ese día saltó al vacío de una vía del tren rápido de las 11.55 que esparció su humanidad en violentas partes despedazadas.


sábado, 29 de enero de 2011

  Valora la situación del instante cuando nota la lengua invadiendo su boca sorprendida por lo imprevisto del gesto. Segundos antes hablaban de la excelencia de aquel vino de cuatro con veinte, ahora mezclaban su sabor en saliva entrecruzada, movimientos de cabeza buscando el ángulo para mejor acometer el placer del beso primero, meses de flirteos, coqueteos, llamadas telefónicas facturadas en tarifa plana entre sueños, deleitando las orejas con el dulce sonido de tu voz hablando de cosas banales,  ideas y otras flojeras.
  Angustiada por el deseo que pervierte el cosquilleo que siente en su nuca atrapada firmemente por aquella masculina mano de manicura perfecta, alejada de rugosidades familiares, perfumada de olores que se dejaron en el antaño de su otro hombre, de su imperfecto marido que coartaba las alas de su libertad mediante las cadenas sentimentales de tres hijos, niño-niña-niña, que ocupaban sus adultas horas de existencia rutinaria sin sueños ni desatinos, de ropa sucia y platos en la pica, siente que la juventud que recorrió su cuerpo de lenguas diversas, ávidas por sus caderas, entretenidas en sus pechos turgentes vuelven en la fuera enredada de unas sabanas ásperas de motel por horas, porque los besos pasaron a más, porque al sentirse mujer entre las manos de aquel hombre de duros músculos y gran resistencia, tanta que hasta tuvo que suplicar que se dejara llevar en su goce,  entre convulsiones multiorgásmicas que estremecían su cuerpo de cuarentona desaprovechada y olvidada. Se dejó llevar, pero no por eso dejó de besarla, no por eso se durmió entre ronquidos, siguió, continuó sacando sensaciones recicladas, se perdió en la intensidad de sus suspiros, se entretuvo en mesar su cabello mientras sentía aquella lengua del bar explorar su entrepierna con mimo y deleite.
  Fue una pena tener que olvidarlo al día siguiente, no querer reconocer que otros besos, aparte de los olvidados, eran posibles. Las rugosas manos de siempre acariciaron su cintura en la noche siguiente, la fuerza de la costumbre tomó dolorosa conciencia en la penetración instantánea sin apenas caricias, con amor fingido, con platos por lavar y camisas sucias en el cesto, la repugnancia de su fluido dentro de ella, lágrimas ocultas que contrastaban con su cobardía por escapar de aquellos ronquidos que aniquilaban la existencia de su ser.

domingo, 23 de enero de 2011

Mientras esa lágrima caiga

   

        Pasó de largo, sin apenas mirar, indiferente. 
   Manos en lo bolsillos, lamentos en el alma , ahuyenta los recuerdos con el dolor instalado en el suspiro de cada día. Verla pasar decepciona el ánimo del antiguo engaño envuelto en mentiras.
      En el mañana de cada día volverá a verla pasar indiferente y un dolor cíclico ensombrecerá el respirar de un amor perdido. En los pasos que se alejan ignora la lágrima que resbala, incombustible, por la mejilla  que, a pesar de la traición, escapa cada día de aquellos ojos que contemplan la derrota del hombre al que ama y no perdona. Llegará el día en que tal sentimiento cicatrice las noches en vela, los apretujones en el pecho al verlo pasar, odiándolo y amándolo, pero mientras esa lágrima caiga, la página última de lo que una vez fue no cerrará.


domingo, 16 de enero de 2011



En la añoranza del tiempo dilapidado en respiraciones pulmonares sin sentido, aspiré ese último aliento que ofrecíase como el último beso de la relación rota por el orgullo pecador del que nada importa si importase realmente el haber sido joven y soñador, sucio recuerdo idealizado por la melancolía frustrante que se ahogaba con aquella húmeda lengua que ya no me amaba que ya no suspiraba al mirar con lágrimas en los pómulos mi triste figura de hombre derrotado en sus debilidades, en mezquindades diarias, superviviente a los engaños, ufanaba por acariciar sus hombros, pero expulsado del paraíso de sus abrazos me empujó corriendo la silla en un chirriar irritante que sumióme en la desesperación de relaciones que no encontrarían la perfección de lo perdido.
Todo empezaba cuando todo se acabó y nada tuve, la triste felicidad de la memoria al recordarme que una vez tuve semejante ocasión de abandonar la insulsa vida de un renuente, fracasado de barra de bar, eterno perdedor, ansioso cadáver viviente de una comedia en la que quiso ser caballero de la dama y convirtióse en bufón de las risas ajenas que llenaron su caminar en cojo palomo.