sábado, 27 de febrero de 2010

Estamos y no somos

La primera vez llegó muy pronto, la segunda vez demasiado tarde, ahora estaba sumergido en la bañera, con los apretados ojos llenando de surcos las sienes mil vez rascadas por unos gruesos dedos, lamentándose. No aguantaba más, la respiración, pero nunca tenía el valor de que la asfixia anegara de agua sus pulmones. Devolviéndole a la muerte. Porque ya había estado muerto. Durante un minuto exactamente. Junto a un semáforo, a causa de unas obstruidas arterias que le infartaron el corazón por una dieta rica en hamburguesas dobles con queso y mucho ketchup. Un momento plácido en el que el dolor no existía por las frustraciones de una incompleta vida. Amó y fue amado. Ruptura. Lo que fue ya no sería, ya no estaba. Las cosas nos gustaría, a veces, que fuesen de otra manera, nos gustaría llenar con colores la habitación de nuestra vida, abrir las ventanas para airear una continua renovación, pero no, miedosos, aguardamos encerrados en monotonías grises y cerramos las ventanas para que nada cambie, hacemos de nuestras vidas una foto inamovible, pretenciosa, y perdemos segundos preciosos en fruncir el ceño, dejando pasar los momentos, mientras la comisura de nuestras bocas marcan una tendencia a olvidar la sonrisa, las risas de lo absurdamente cómicos que resultamos, estamos y no somos.
Fue joven la primera vez que la amó, ella era mayor por cinco años, infranqueables a ciertas edades, más adelante la volvió a amar y fue amado, pero un día que llegó demasiado tarde a una cena, ella conoció a otro, mientras esperaba, del que se enamoró y se marchó. un mensaje en el móvil: "lo siento", ausencia en una silla vacía.

Rompe el techo de cristal

¡Rompe el techo de cristal
 que impide que los sueños
progresen! Autolimitados,
 fingiendo felicidad con actos
contranatura, remando
 a favor de la corriente
en dirección contraria
 a los deseos 
que se manifiestan 
 mientras duermes,
acurrucado, llorando,
 esa amarga lágrima
resbaladiza por tu mejilla,
 que apaga las mentiras
frustradas de una vida
 arrastrada.

domingo, 21 de febrero de 2010

Estereotipos 1

Tropieza entre una multitud de piernas, indiferentes, golpes laterales, insultos, algun salivazo que no alcanza su objetivo, papeles burocráticos sistemáticamente pisados, estrés, soledad, incomprensión, piel morena entre relucientes sonrosados, ataviados de arrogancia, él no existía, simplemente un trozo de carne insignificante que molestaba la senda de la manada, pese a tener su billete en regla, pese a que varios conciudadanos con traje y corbata saltaron sin pagar, una pareja de seguridad del metro se detiene junto a él, perrazo por medio, pese a tener la documentación por el suelo, imprescindible para regularizar un sueño en tierra extraña, no entiende, le empujan, sin preguntar, vuelve a tropezar, hinca la rodilla en un suelo sucio en un día de lluvia, se levanta, intenta contener la ira, sonrie con unos blancos dientes, con educación trata de disculpar su torpeza, le piden su pasaje, le piden sus documentos, aún no regularizados que están en un suelo sucio, pisoteados en un día de lluvia, intenta explicar, le dicen que se calle "negro", cree escuchar, pero seguro que escuchó mal, empieza a ponerse, instintivamente, algo nervioso, el perro huele su miedo, un negro, peruano de Chincha, sospechoso por ser negro, por ser diferente, pero educado, estudiado, con carrera, profesional, aunque eso no importara a los ojos de aquellos seguratas que con las justas habían pasado la primaria, chulescos en su trato, sobretodo el que iba más rapado que lo miraba con asco en la cara, provocativo en sus empujones, buscando una reacción que justificaría lanzarle unos merecidos golpes a aquel sospechoso de piel oscura. "Circule y no entorpezca", finalmente le dicen hastiados de no haberle podido encontrar nada, no sin antes golpearle su pecho, devolviéndole gentilmente el pasaporte, mientras a unos metros encorbatados conciudadanos saltaban sin pagar.
Recogió sus documentos, tenía prisa, su cita en el Registro, llegaba tarde, llegó tarde, sucio, con los documentos pisados, el funcionario de turno lo miró con desprecio, tenía su cuota de poder en un sistema burocrático, de él dependían vidas, sueños, pendientes del sello. Humillado largamente en ese día lluvioso en el que tropezó en el metro con la realidad de su piel, suspiraba el Chinchano, recordando las calles que le vieron nacer, caminos sin asfaltar que no llevaban a ninguna parte, olvidados, aislados, tiempos coloniales, panzas de barcos negreros cruzando con antepasados de otro continente.
También en su país multiétnico sufrió desde que vió la luz del sol en un bus interprovincial, en medio de un desierto costero. Los comentarios denigrantes de los demás pasajeros hizo que el conductor los dejara en una posta a esperar no se sabe muy bien qué. Los tuvo que ir a recoger el hermano de su tio que estaba a doscientos kilómetros esperándolos en el paradero final de aquel bus interprovincial.

siente la ausencia

Tapa una cortina opaca, 
la luz brillante, un luminoso día,
acaricia su rostro húmedo
aquel rayo de sol 
que por una rendija se cuela.

Retorcido el corazón de dolor, 
la muerte en vida, 
                       desesperación humana.

Yace en el diván, los recuerdos,
los momentos, inexistentes
desde ayer, la tragedia
personificada por un trauma
craneoencefálico, vegetal,
late un sentimiento inerte.

Vive sin vivir, siente la ausencia,
el alma en transmutación,
aparatos, tubos, respiración
asistida, encefalograma plano,
artificio, quiere desenchufar
ese cuerpo que ya no vibra.

Dos días antes, planes de boda,
futuro por delante, risas,
caricias, entrecot a la salsa
de pimienta, su preferido,
el deseo de dos sexos chocando
en la cama de un hostal, orgasmo,
placer, caricias tiernas,
se les escapaba el instante,
sin saberlo, ahora
ya todo cambió.

Lágrimas derramándose,
juventud cercenada, sueños
truncados en una curva
                                traicionera.
Le esperaba y no llegó 
                                nunca más.

sábado, 20 de febrero de 2010

Sueños de un perdedor

Sueños de un perdedor iluminan
la estancia de un recuerdo 
en una turbada memoria
que desconoce la fuerza
escondida, alma rota,
perpetrado el engaño,
una ilusión se deshacía
al compás de una canción 
de rock,
whisky irlandés 
en el que las penas
se ahogan murmurando
al ingenuo idealista
traspasado por las mentiras,
hundido, sin salvación
estrechaba su condena
entre las manos de la copa
agotando las lágrimas,
empeñadas en llorar 
hacia dentro quemando 
las heridas de una despedida
abrupta, acantilado precipitado
empujado por la imagen de tus piernas
entrelazadas a las de otro
lecho conyugal, violentado,
impune, cierra la puerta
silenciosos escalones, 
el bar de la esquina,
un whisky irlandés.

Ya no habrá más gotas de lluvia

                                                 GOTAS DE LLUVIA
Viva en el corazón el enlace de tres palabras en las que refugié el cariño de letras que se arremolinaban en mi cabeza ansiosas por salir a la realidad, juntarse (a ver la  señora V deja de perseguir al  señor M, no podrás ponerte detrás, la  señorita B tiene los derechos) con un orden que sólo este creador les daba un cierto
sentido, o no, o sí, la duda eterna mientras la idea se plasma. A partir de ahora, en adelante, cubriran mis ideas un nuevo encabezamiento, Lo que fue no será, despido Gotas de lluvia, con cierta pena, perocon la promesa de que de tanto en tanto visitaré su recuerdo y un pensamiento resurgirá de los bellos momentos que disfruté junto a ellas.  Me renuevo, la vida avanza y lo que ha sido no volverá a ser igual, por mucho que reconforte pensar en nuestro futuro como una sucesión continuada de nuestros actos, estos no se repiten, son diferentes, como diferentes somos nosotros, porque se renuevan las gotas de agua que un día formaran nubes viajantes hacia otros lares para dar continuidad a otra vida, sitios en los que precipitarse, mientras el aire se limpia y un reluciente sol aparece tras la tormenta que se lleva una parte de nuestras vidas.
                          LO QUE FUE NO SERÁ. GRHACOS

martes, 16 de febrero de 2010

Sin deseo

Entraba en calor con una sopa de fideos caliente, sorbía las últimas cucharadas mientras su esposa movía las caderas al compás del  "Vous voulez coucher avec moi, ce soir?", un contoneo que le dejaba indiferente, como su ropa interior de encaje morado,  pese a estar cerca de los sesenta, su piel manteníase sin excesiva flacidez, la celulitis apenas se notaba. Los tirantes del sujetador iban cayendo por sus remodelados pechos, pronto vería, otra vez, sus pezones, bellos, pero monótonos, los mismos tras cuarenta años que besaría intentando mostrar algo de interés. Cogió el plato y apuró el liquido reconstituyente. Sopa y sexo, extraña combinación. Limpíase los bigotes, ella gatea por la alfombra, junto a la chimenea que no está encendida, calefacción de gas, cálida estancia, fría las manos. Un pequeño eructo, va hacia ella, lo intenta excitar pasando sus ajadas manos por su, cada vez más, prominente y oronda barriga. Algo se le mueve en el pantalón del pijama de franela, rutinariamente, deberá cumplir, ella se había tomado demasiadas molestias para celebrar su  aniversario con una sorpresa que ya no era tan sorpresa. 
Siete minutos y medio más tarde eyaculaba emitiendo un pequeño gemido, ella lo abrazaba, ella lo amaba, su único hombre.Él ya no, pero disimulaba...

domingo, 14 de febrero de 2010

Esperando a San Valentín

Recostado en una cama, en la habitación un tufo a enfermedad y muerte, próximo a la inexistencia vital que barrería lo que ahora eran meros recuerdos de vivencias sentidas, la nada, el abismo etéreo que transformaba la carne en polvo. Tosía mientras rememoraba, retorcíase de dolor cuando la morfina intravenosa dejaba de surtir sus efectos, cada vez en intervalos más cortos que por un lado aliviaban un malestar insufrible, pero que, por otro lado, le recortaban los momentos de lucidez de los que disponía, se le escapaba la vida con cincuenta y siete años cumplidos, una mujer que le amaba, dos hijas preciosas y un amor imborrable en su memoria que moriría con él. Eran días de carnaval y San Valentín llegaba a las hojas del calendario un año más sin ella. Le habría gustado, casi como último deseo, volver a ver aquel bello rostro que su mente intentaba evocar, borroso por la droga que aliviaba su rodar por la cuesta de una agonía que siempre se preguntó cómo sería y que ahora le hubiese gustado seguir desconociendo su respuesta, veinte años de una vida aparentemente completa, rápidos en su transcurrir,
lentos en disfrutar de aquellos pequeños momentos en los que realmente se es feliz, estando.

Otra vez gotas de lluvia

Resumía, con la mirada perdida frente a la ventana, el ocaso de un sentimiento que deslizábase al final de un momento en la vida, ésta seguiría su transcurrir en el fango de las sinrazones que no encuentran una explicación plausible. Ella se sabía descubierta, un descuido, un teléfono móvil con varios mensajes comprometedores sin borrar, una felicidad truncada compuesta por marido, hija y perfecto amante, en orden aleatorio indiferente a la preferencia, y ahora el final de aquella plenitud aproximábase a la quebrada ruptura del tronco del árbol de lo que todo empieza acaba, ya tomarían las decisiones por ella, lo peor de la tormenta ya había pasado ,quedaba una fina llovizna de gotas de lluvia que se podrían confundir con unas lágrimas que se resistían a salir para bajar por aquel rostro tantas veces amado, tantas veces besado, porque sabía que no podía luchar contra aquella pasión con la que disfrutaba del sexo en sus multiples variantes.  No era fácil admitir que, a veces, la vida te derrotapero más difícil resultaba admitir que de ella se aprendía algo, ¿el qué?.¿ a morir de aburrimiento? ¿ a no poder disfrutar del delicioso placer del orgasmo, (mejor si eran de dos o tres), de las cumbres en las que gozaba de la petite morte?. Suspira de fastidio, todo iba demasiado bien, amba a su esposo, disfrutaba de su amante, de esas escapadas furtivas y siempre amaba compartir su tiempo con la pequeña jugando, charlando de cosas infantiles de seis años, estaba tan deliciosa, tan guapa, tan ella, mejor que ella, sería más bella, instintivamente busca el paquete de cigarrillos en el bolso, quedan dos, ha fumado demasiado desde que se supo traicionada por aquel aparatejo, por aquellos mensajitos imprudentes con los que de tanto en tanto se comunicaba con Ricard. Una ligera tos faríngea comenzaba a molestarla, los mocos contenidos le taponaban la nariz, un pañuelito de papel acude al rescate.

sábado, 13 de febrero de 2010

Inoportuno

Era un temblor imperceptible de placer,  de no ser porque mis brazos contorneaban tu cintura, cuerpos prietos en el más inoportuno de los momentos, enlazados,  mientras depositaba un suave beso en tu cuello desnudo, tras la oreja izquierda en la quinta planta de un hospital. El último.  Esperábamos al parto de tu hermana que ya se iba demorando en salir, más bien tu esperabas al parto de tu hermana que se iba demorando en salir, yo esperaba el parto de mi ingresada esposa en la cuarta planta, pensar amor que ayer nos conocimos en la cafeteria de aquel gran hospital, que nos habíamos conocido por la torpeza innata de mi codo izquierdo tirándote el café que tanta cola te había costado, ya en el momento en el que nos agachamos nuestras miradas, desconocidas , se cruzaron y, casi sin saberlo entonces nosotros, se enamoraron del penetrante brillo recíproco que desprendían. Las reiteradas disculpas nos llevaron a una conversación y , como en una película mal guionizada, fluía una charla aparentemente inocua, pero sumamente agradable, por dos veces nos separamos ese día que fue ayer, ya tanto tiempo para nosotros, dos veces nos reencontramos, en la comida y en la cena, ya sin aquel torpe codo como excusa, instintivamente nos habíamos buscado y allí estabas con la mirada brillando ante mi rostro, aislados de lo que nos rodeaba, apretando nuestros labios impulsivamente en la pausa del cigarrillo, sabiendo ambos lo efímero e inusual del instante que vivíamos, los dos. Ahora todo aquello terminaba, tu hermana daba a luz una preciosa niña a la que llamaron como su tía y mi mujer tenía un precioso niño al que llamamos como yo, ante la insistencia de ella y de mi querida suegra. Nuestros caminos se separaban con aquel beso en tu desnudo cuello con imperceptible estremecimiento de placer, dejando un vacio tras de sí, instalando aquel amor incompleto en mi corazón del que jamás me olvidaría, al menos eso creía, ya que cuando Joaquin cumplió cinco años apenas recordaba tu cara y tu ya habías encontrado otros labios que depositaban con cuidado un beso en tu desnudo cuello que hacíate estremecer de placer.

El cactus

Un cactus en forma de corazón recuérdanos las espinas que del amor surgen para hacernos heridas de las que nunca más, aun pretendiéndolo, nos recuperamos y nos quedan ahí como arañazos de una vida pasada.

martes, 9 de febrero de 2010

Sueño ocasional

Aquella playa solitaria de aquel paraje solitario me tienta al runrun del viento y de las olas

OOOOOOO

Escuchaba, solo, tras una puerta
el silencio de la nada,
la inexistencia
de lo que una vez fue
ya no estaba,
ni una sonrisa, ni un sollozo,
simplemente, quizás,
el goteo de la cisterna,
incesante, turbado 
cogió el jarrón 
estrellándolo 
contra la pared
ira frustrada,
arrodillado
espera lo improbable.

sábado, 6 de febrero de 2010

Boquerones

Recortando la esquela del periódico, guardando un recuerdo de aquel fatídico día en el que decidistes, sin consultar, marchar para siempre, tú que nunca pedistes una mano, aunque, estúpido de mi, debiera descubrir esa tristeza profunda que invadía tu interior, que corroía tu alma. Cero despedidas, gritos al girar la llave y abrir la puerta del infierno, yacías inerte junto aquel maldito tubo de pastillas que como todo en la vida en exceso mataba.
Y te moristes, quedando viudo, solo y borracho. Sólo me quedaba el recorte de papel con tu nombre, tus cenizas navegaban por el Mediterráneo en la barriga de algún pez, una sardina tal vez, por eso tenía un papel con varios boquerones frescos, por si en alguno de ellos hubiera un ínfimo rastro de tí, los aliñe con arsénico lleno de compasión y los devoré con un buen albariño, en los primeros dolores sentí que pronto me reuniría contigo amor, si es que había algo más allá de la vida, sino lo que estaba haciendo era una auténtica locura de hombre desesperado, ciego de amor que no resistía existir sin tu dulce compañía, me muero...