Escuchaba, solo, tras una puerta
el silencio de la nada,
la inexistencia
de lo que una vez fue
y
ya no estaba,
ni una sonrisa, ni un sollozo,
simplemente, quizás,
el goteo de la cisterna,
incesante, turbado
cogió el jarrón
estrellándolo
contra la pared
ira frustrada,
arrodillado
espera lo improbable.
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