sábado, 16 de enero de 2010

A mi mismo

Esperándome a mi mismo en la esquina de la pescadería Jesús llegaba tarde y empezaba a impacientarme ante mi propia informalidad. Un paquete de cigarrillos, mil pasos de un lado a otro, asomándome a ambos lados de la calle por si me veía llegar, el reloj en su incesante transcurrir. El teléfono comunicaba donde coño estaría y con quien hablaba, no era celoso ni posesivo, pero me turbaba que en la dicotomía de mi bipolaridad hubiera otro entre nosotros. Se hizo de noche, histérico, con los ojos enrojecidos y desencajados regreso a mi casa. Abro la puerta y me descubro ante el espejo: "con que estabas ahí, ya podía yo esperar, no voy a quedar más conmigo siempre nos hacemos lo mismo, al menos habrás preparado la cena". Obviamente no me la había preparado. Chasqueó la lengua y me doy un merecido puñetazo, no me denunciaría, no esta vez.

1 comentario:

  1. Ya lo leí en Artgerust y me gustó su originalidad. sí a veces es mejor no quedar ni confiar en uno mismo, que no hay peor decepión que autodecepción.

    Saludos,

    Isa

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