En plena subida por la cuesta que antaño llevábame a mi casa , ora también, salióse con estrépito la cadena de la bicicleta, un trastazo casi me doy, mas el apoyo de un pie con su respectiva zapatilla del cuarenta y cuatro sálvame de caer a sus pies. Ella pasa, me ve y la veo, la observo de costado, de frente me mira, con cara de querer sonreir, pero se aguanta, oso decirle algo, pero en el último instante el celeste intimidador de sus pupilas retrotrae mi vergüenza hacia el piñón de la rueda con aquel amasijo salido colgando cual chorizos enlazados en una charcuteria,( la de la Pepa, los más buenos y picantes), desmonto, deposito la mochila en un costado, miro el pequeño contratiempo que me ha ido a cruzar con ella, Alicia, lleva unas bolsas de la compra, sobresalen las cebollas y la barra de pan, cubren su regazo, entrelazadas están sus manos, impidiendo la mejor contemplación de aquellas piernas liberadas por el pantalón corto que le llegaban justo al contorno de unas caderas, tan deseadas y cercanas, tan lejanas en realidad, era la novia de mi amigo Paco, un "quieres que te ayude" de repente, dice, las cuerdas vocales se resecan de golpe, turbado traga saliva Agustin, el de la bicicleta con la cadena colgando cual chorizos enlazados en una charcuteria, (bla, rebla), con un "no hace falta, un poco de vuelta por aquí, unos dedos ennegrecidos por allá y plim plam plum, ça y est, como diría mi tio de Francia", digo yo, o eso debí decir, "veinte años hace de aquello Gabriella, de esa conversación surgieron otras y con el tiempo nos gustamos, ella dejo a Paco, yo dejé de tener un amigo, la distancia, el olvido hizo el resto, pero para que quieres saber nada, la amo todavía, pero entre tus piernas encuentro el consuelo por la chispa perdida, dáme un beso tonta, me quedan quince minutos para irme".
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