lunes, 5 de abril de 2010

Como uno más

Corrías desesperado y trastabillado, con la botella de vino en la mano, gritando su nombre por las calles del casco viejo, llorabas, habíaste orinado en los pantalones en tu incontinencia etílica, la enésima, la que había provocado que Isabel marchárase entre lágrimas avergonzadas, mientras gritabas a alguien que creías que la había estado mirando, despeinado, hundido en un patetismo extremo que provocaba la hilaridad y risas varias entre gente que cruzábase contigo, yo te seguía a distancia, amistad inquebrantable mediante, vigilando que no te hicieras daño, Paco, ¿por qué te hacías eso?, ¿porqué le hacías eso?, tenías talento de sobra para no ahogarte en esa perdición que corroía tu alma. Acabamos sentados en el silencio del parque, la madrugada irrumpe poco a poco, entre las sombras de la noche, entre el fresco rocío del alba, sigues nombrándole, medio dormido, totalmente borracho, pero no sueltas la botella, ni siquiera para invitarme, encopado como estoy, solo,sin nadie que se vaya de mi lado, sin nadie a quien ofrecer el sabor de mis labios, la Juliana a punto estuvo de caer mientras apretaba su rollizo cuerpo, pero tuvo que marchar, rescatada de mi acoso por sus amigas, justo cuando sacaba mi lengua en dirección a su oído, justo en el momento en que aquellos gañanes ibante a dar la paliza de tu vida, como pude me interpuse y disculpé tu conducta, jalándote en tu ceguera, ahí te distes cuenta que ella se había marchado, ahí salistes como pudistes, chocando entre la poca gente que ya quedaba en horas tardías en aquel local de moda. Allí estabamos, me lié un porro, odié tu suerte, por tener a alguien como Isabel, a la que en secreto amaba como buen primer mejor amigo del que novia tiene, pero afortunado de estar vivo una noche más,  corriendo esas andanzas que nos unían mediante un invisible hilo que hacía más soportable la existencia en un mundo tan desigual. Te acompañé a tu casa del hombro, tu madre ya estaba despierta, (quizás había estado despierta toda la noche, esperándote), la saludé mientras bajaba la cuesta que me conduce a la estación, empacadas mis cosas en una vieja mochila que me acompañaría en la huída de aquella vida que ya no sería la mía, el pueblo, el terruño quedaban atrás en pos de una vida diferente en la gran capital en la que me confundiría entre la muchedumbre como uno más. Nunca volví a verte, nunca más volví a saber de tí.

1 comentario:

  1. Qué bonita historia de amor, amistad, dolor, vidas que se dejan, vidas que empiezan. Qué habrá sido de él y de su amigo, y de Isabel.

    Un abrazo, amigo, qué bien escribes.

    Isabel

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