sábado, 26 de junio de 2010

La duda eterna del bar de la esquina

Callado, en un rincón cutre de bar oliente a frituras harinadas de chocos y demás subespecies que pululaban por la mugrienta barra del bar de Gabriel que impertérrito leía el Marca con unas gafas con lentes culo de vaso, miraba el silencioso por los cristales limpiados alguna vez, pero no ese día, seguro, suspira quedamente, el corazón dividido le atormenta, tres cervezas después el panorama no mejora, pero se siente más relajado, llega más parroquia, seres de otro mundo con los que compartir aquel espacio aislado en el casco antiguo de no importa que ciudad. 
Dos ascensores, resumían el guión tantas veces trillado en mil historias, pero que ahora relataba la existencia vacua de un funcionario sin más función que la de cobrar y ocupar el banquillo hasta que el poder se recuperara y volviera a disponer de las prebendas añoradas, pues eso, uno le transportaba a la confortable vida de la rutina diaria, otro le sumía en la emoción de lo prohibido, en escapadas furtivas a moteles baratos entre caricias pecadoras que le hacían sentirse culpable ante los ojos limpios de la que nada sospechaba, hasta ayer, tras el escarceo rutinario de sexo previsible que conducía al confortable orgasmo semanal, lo dijo sin rodeos, "estás con otra", sorprendido negó la mayor, le dijo lo tonta que era, la abrazó y pensó, perturbado, en lo bien que se le daba mentir cuando la situación lo requería, en esas se quedaron dormidos, amanecieron en domingo, tostadas en la mesa y café, mucho café, eso era ayer hoy era el mañana del ayer pasado entre las noticias dominicales y las carreras de motos, un erupto le sustrae del ensimismamiento, "qué guarro eres cabrón", le inquería Gabriel mientras el cabrón se pasaba por el forro del escroto la grosería mientras escupía el hueso de una oliva al suelo del todo -cabe aquí -puerco, la verdad es que lo conocía, pero hacía años que no conversaba, desde una vez que le pidió hacerle un examen de lengua, sujeto verbo complemento, allá en los ya remotos tiempos de instituto que parecían no acabar nunca pero de los que la distancia en años habían transcurrido como el suspiro que dió mientras pensaba en las caderas en movimiento de la Mari.

1 comentario:

  1. Esas noches de pecado, un balsamo que es un escape falso....Las mentiras siempre se descubren.


    Besos

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