sábado, 19 de junio de 2010

Desolado paisaje

Invadió la existencia atormentada de aquella relación, una brisa trasformándose en tornado, en la mesa con la mano apoyando un mentón tembloroso miraba al vacío del precipicio con los ojos enjuagados en lágrimas emergentes, directamente desde un corazón roto, se deslizó un dedo por debajo de las gafas en un vano intento por retener el dolor punzante que secábale la garganta y congestionábale de mocos la nariz. Solo y ebrio. Las diez de la mañana de un día cualquiera. Llevaba tres días sin acudir al trabajo, el suelo del salón invadido por múltiples latas rojas, cuando se acabaron comenzó con las botellas de vino, largamente coleccionadas en su afición enológica y engullidas por su pena sin cata previa. Desolación. Restos de pizza en la mesa. Cajas medio cerradas, cajas medio abiertas, rayos de sol a través de una ventana. La batalla perdida, el adiós seco de su voz: "necesito encontrarme, veinte años a tu lado han sido maravillosos, pero sólo he vivido a través de tí, me enamorastes siendo apenas una adolescente de catorce años y ahora soy una mujer que quiere nuevas experiencias, quizás me equivoque, eres un buen hombre y te he amado como no amaré a nadie más, pero en estos últimos años siento que ese sentimiento se me ha ido apagando poco a poco, no, no te arrodilles, por favor, no te humilles ante lo que no tiene remedio, no hagas que la última imagen que tenga de tí sea la de un hombre humillado, sé fuerte, vive tu también, te deseo lo mejor..." había dicho antes de que las palabras fueran turbadas por la pasión con la que se despedía, no tenía nada que reprocharle, reconocía que tenía razón en todo, pero no admitía que lo hubiera abandonado, no se lo había visto venir y ahora estaba borracho viendo programas de teletienda con jugosas ofertas de productos fantásticos y entre efluvios cerveceros creía recordar que había comprado una alargador de pene que le llegaría en el plazo de una semana, absurdo complejo varonil, como si con un pene más grande la hubiera podido retener, lejos de perspectivas, con los años pesando como losas, se toca el enmarañado cabello mientras el móvil suena por enésima vez, alguien preocupándose por él, pero ninguna llamada de ella, al principio de lo que fue el final iba corriendo para ver su nombre en la pantallita y tras múltiples decepciones y palabras inconexas a los que lamentaban su situación dando consejos que ni ellos mismos seguirían si estuvieran ante la misma situación, porque dar consejos es muy fácil, él mismo los dió en alguna ocasión, sintiéndose por encima del bien y del mal mostrándose por encima de las miserias humanas dominadas siempre por pasiones arrancadas a nuestros instintos básicos, con futiles esfuerzos intentamos elevarnos por encima de los hombres de las cavernas pero en nuestro ADN siguen habiendo rastros de neardental que a la evolución costará mucho de eliminar. Suena y suena la dulce melodía escogida por ella en su día, tantas cosas le recordaban a ella que con su ausencia hizo más grande la grieta por la que despeñaba ilusiones que hasta hacía poco eran el motor de sus madrugones, todo relativo, existencia lineal, estudios-novia-trabajo-boda-piso-perro-otro piso mejor diez años después en pleno boom inmobiliario-muerte del perro-no hijos por un tren de vida imposible y egoísta-kamasutra de posturas en la cama-abandono de la mujer veinte años después-desesperación, desorientación y depresión en un salón desordenado, todo ello relativizado por el dolor experimentado esos días, cómo le hubiera gustado tener la compañía de su fiel Willy. Sacó fuerzas, intentó entre tambaleos llegar a la ducha, decidió , a pesar de todo lo que era nada, esa nada que ahora lo era todo, seguir adelante, tres días de duelo no devolverían a Eva a la calidez de sus brazos, emigraría de aquella vida, decidió transformar la tristeza en energía vital con la que guiar sus pasos, abrió el agua,  templada al principio, helada después y tras un minuto entre jadeos y temblores expulsó su mal olor, sonreía antes de resbalar y desnucar su vida entre sangre y agua, allí estuvo pudriéndose tres días hasta que sus padres lo fueron a visitar y su madre desmayóse ante la cruel escena de su Javier muerto y  desnudo.

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