domingo, 21 de febrero de 2010

Estereotipos 1

Tropieza entre una multitud de piernas, indiferentes, golpes laterales, insultos, algun salivazo que no alcanza su objetivo, papeles burocráticos sistemáticamente pisados, estrés, soledad, incomprensión, piel morena entre relucientes sonrosados, ataviados de arrogancia, él no existía, simplemente un trozo de carne insignificante que molestaba la senda de la manada, pese a tener su billete en regla, pese a que varios conciudadanos con traje y corbata saltaron sin pagar, una pareja de seguridad del metro se detiene junto a él, perrazo por medio, pese a tener la documentación por el suelo, imprescindible para regularizar un sueño en tierra extraña, no entiende, le empujan, sin preguntar, vuelve a tropezar, hinca la rodilla en un suelo sucio en un día de lluvia, se levanta, intenta contener la ira, sonrie con unos blancos dientes, con educación trata de disculpar su torpeza, le piden su pasaje, le piden sus documentos, aún no regularizados que están en un suelo sucio, pisoteados en un día de lluvia, intenta explicar, le dicen que se calle "negro", cree escuchar, pero seguro que escuchó mal, empieza a ponerse, instintivamente, algo nervioso, el perro huele su miedo, un negro, peruano de Chincha, sospechoso por ser negro, por ser diferente, pero educado, estudiado, con carrera, profesional, aunque eso no importara a los ojos de aquellos seguratas que con las justas habían pasado la primaria, chulescos en su trato, sobretodo el que iba más rapado que lo miraba con asco en la cara, provocativo en sus empujones, buscando una reacción que justificaría lanzarle unos merecidos golpes a aquel sospechoso de piel oscura. "Circule y no entorpezca", finalmente le dicen hastiados de no haberle podido encontrar nada, no sin antes golpearle su pecho, devolviéndole gentilmente el pasaporte, mientras a unos metros encorbatados conciudadanos saltaban sin pagar.
Recogió sus documentos, tenía prisa, su cita en el Registro, llegaba tarde, llegó tarde, sucio, con los documentos pisados, el funcionario de turno lo miró con desprecio, tenía su cuota de poder en un sistema burocrático, de él dependían vidas, sueños, pendientes del sello. Humillado largamente en ese día lluvioso en el que tropezó en el metro con la realidad de su piel, suspiraba el Chinchano, recordando las calles que le vieron nacer, caminos sin asfaltar que no llevaban a ninguna parte, olvidados, aislados, tiempos coloniales, panzas de barcos negreros cruzando con antepasados de otro continente.
También en su país multiétnico sufrió desde que vió la luz del sol en un bus interprovincial, en medio de un desierto costero. Los comentarios denigrantes de los demás pasajeros hizo que el conductor los dejara en una posta a esperar no se sabe muy bien qué. Los tuvo que ir a recoger el hermano de su tio que estaba a doscientos kilómetros esperándolos en el paradero final de aquel bus interprovincial.

1 comentario:

  1. Buena denúncia social. Un réquiem a la igualdad.
    Afortunadamente, las nuevas generaciones ya se crían en igualdad. ¡Ojalá no lo estropeemos los padres!

    Un saludo

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