domingo, 14 de marzo de 2010

Woman desesperate

Refugiada tras una revista, intentando, patéticamente ocultar sus ojos a la mirada de los otros, en una cafeteria con terraza, un soleado día. Esperaba. El café con unas gotas de leche y sacarina. Aguardaba. Un fatal desenlace que se resistía a creer. Los cotilleos de los lunes por la tarde delataron, sin compasión, la supuesta traición, degustando el desencaje de su cara al recibir la noticia de los perfectos labios colagenados de Ignatia, su contraparte en el grupito de amigas, al estilo de Desperate Housewives, ella y su perfecta relación con Miguel, frente a la licenciosa vida de la otra que cambiaba de hombre con la frecuencia que se cambiaba de bragas (a veces más de tres veces al día)La exclamación de indignación del resto de la mesa, su firme "no puede ser", los detalles que la llevaron a esa terraza soleada, unas lágrimas sordas en la almohada toda la semana, la impenetrable cara de Miguel, la habían llevado al borde de la desesperación.
Aterrorizada su corazón latió con fuerza, Miguel pasaba por el parque de enfrente con una joven y espectacular chica, claramente más joven, paseaban un bonito perro labrador, dándose arrumacos. El mundo se abría a sus pies, diez años de matrimonio, su único hombre, con otra, ella ajada por los años, bella, pero desfasada, se había dejado ir por la inercia de la monotonía de una perfecta vida, pero él parecía tener otras vidas, mientras ella esperaba con la cena fria y calmaba su sexo con aquel aparato que consolaba el volcán desatendido de su entrepierna húmeda. Hizo acopio de dignidad y se levantó de su silla, cogió la revista (él magreaba aquel espléndido trasero, competencia desleal del suyo, devorándole la lengua con una pasión que ya no recordaba en ella) y marchó. Llegó a casa, abrió el armario de los medicamentos, se tomó una aspirina, dos, hizo su maleta, sacó dos mil euros de la cuenta y marchó a casa de Andrés, siempre dispuesto a recibirla, tantos años amándola en un secreto a voces. Lo llamó y aquella misma noche hicieron el amor como nunca lo había hecho, desquitándose de los miserables y pobres achuchones que de tanto en tanto le obsequiaba su ya vieja ilusión, se instaló con él.  
El resto un poco de aquí un poco de allá, indignación, frustración, orgullos heridos, lágrimas fingidas de arrepentimiento y mucha vida por delante para digerir los malos momentos.

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